NOCHE 7
Mascachapas se enfundó su uniforme con todas las medallas, como hacía cada noche cuando salía a desempeñar sus funciones de comisario, para proteger al proletariado. Su tapadera como Jonathan el Cani era necesaria. Parecía que nadie sospechaba de su verdadera identidad.
Las calles estaban desiertas, como de costumbre. Se encaminó a casa de su protegido.
Por puro instinto se lanzó al suelo, con lo que pudo esquivar por los pelos una ráfaga de arma automática. Rodando por el suelo, se refugió tras unos contenedores y sacó su arma. Siguió un intercambio de disparos, y se hizo el silencio.
Tras unos momentos de tensa espera, Mascachapas corrió hacia otra posición a cubierto. No sonaron más disparos. ¿Quizá había logrado ahuyentar a los capitalistas y habían vuelto a su escondite?
Salió de su escondite, y avanzó por las oscuras calles buscando la sombra de los portales. Parecía que se habían retirado.
De repente sintió un pinchazo en el cuello... extrajo un dardo y su sangre comenzó a manar. Las piernas comenzaron a flaquearle... el dardo... debía... estar... enve... ne...na... do.
Por la mañana los camaradas descubrieron el cadáver de Mascachapas y no tuvieron dudas de que había caído el Comisario. ¡¡Gloria a Mascachapas, muerto en defensa del proletariado!!